El maestro del diseño español, autor de los logotipos del PSOE y Correos, trabaja «día y noche» a sus 84 años. Su obra contribuyó a la modernización del país, como refleja el documental que le rinde homenaje, cuyo estreno coincide con su presencia en Arco.
José María Cruz Novillo (Cuenca, 1936) huele los símbolos y musica los colores. Escultor, grabador, pintor, diseñador y tantos quehaceres más que él a veces dice que es sencillamente un dibujante, porque en el surco que deja el grafito en el papel empieza todo. Seis décadas ya de trabajo, pero no tantas como algún día cumplirá Diafragma dodecafónico 8.916.100.448.256, opus 14, que presentó en Arco en 2010 y con la que ahora vuelve a la feria de arte contemporáneo, pues esta cronocromofonía durará 3.392.732 años.
La perenne obra se ve, se oye, ¿se olfatea? en su estudio madrileño, Cruz más Cruz, donde suma y asiste su hijo Pepe (Madrid, 1969), cariñoso con su padre e intérprete de sus reflexiones. Pese a que José María sufrió un ictus recientemente, a sus ochenta y cuatro años conserva la lucidez de El hombre que diseñó España, título del documental que rinde culto al autor de carteles de películas fijadas en la retina, Premio Nacional de Diseño y padre de logotipos que dieron color a un país en blanco y negro.
Por dónde empezar…
Pues imagínate [risas].
A este paso, va a ser tan longevo como Diafragma dodecafónico.
Tiene pinta. Es una obra que, por ahora, dura tanto como su autor.
Cruz Novillo, el rey del diseño.
Es un silogismo. Bueno, sí, soy un diseñador de raza y lo que he hecho en mi vida fue llevarlo al extremo máximo. Prácticamente, mi biografía es la biografía de mi obra. Seguramente Pepe tendrá respuesta para todas las preguntas.
¿Es más difícil trabajar con su hijo o con un arquitecto?
Yo no soy arquitecto.
Pero su hijo, sí.
Debería responder él…
Pepe: Yo soy un arquitecto raro. En el fondo, estudié esa carrera para ser diseñador. Con diecisiete años, mi padre me preguntó qué deseaba hacer y yo le dije: «Quiero ser como tú». Y me respondió: «Estudia Arquitectura». Es el mejor consejo que me ha dado en la vida.
Somos muy distintos, pero nos llevamos bien. No obstante, es muy difícil llevarse con un hijo haciendo lo mismo.
Más que una losa, ¿un padre con éxito puede ser un techo para su hijo?
Seguramente lo sea, aunque es un riesgo que corremos con muchísimo gusto.
Algún día tendrá que abdicar en él, pero usted siempre será el rey emérito.
No sé… [risas]. Las afirmaciones metafóricas son siempre equívocas.
Usted ya ha llevado la corona: en el logo de Correos y en el del Quinto Centenario del Descubrimiento. En el segundo caso, un diseñador hizo una similar para el icono del Gobierno de España. ¿Se copia mucho en la profesión?
Probablemente sí. Como mínimo, es una posibilidad cotidiana. La redundancia… El riesgo de la repetición…
Me refiero al plagio deliberado.
Es muy distinto. Habría que matizar.
La memoria puede copiar. O sea, hasta es posible calcar sin querer.
Sin duda.
Iba para abogado por influencia paterna, pero…
Afortunadamente, lo dejé y me vine a Madrid.
El arte ya estaba presente en su vida.
De joven, yo era un pintor de paisajes. Una actividad provinciana típica. Muchos grupos de artistas plásticos empezaron siendo pintores de domingo. Y yo me iba con mis amigos a pintar paisajes de la geografía local durante los fines de semana. Llegué a ser un pintor compulsivo.
«Sigo siendo un potencial autor de carteles, pendiente solamente del encargo, que es la gran incógnita»
Algo que nunca ha abandonado.
Jamás.
¿En qué terreno se siente más cómodo?
Ahora estoy en un momento excepcional, porque he vuelto a ser un pintor de domingo.
¿Le ha influido más el arte en el diseño o al contrario?
La influencia ha sido homogénea. La pintura y el arte en general ocupan todo mi tiempo.
¿Cuántas horas sigue trabajando al día?
Bastantes. Al día, a la noche y a la semana.
Igual que su Diafragma dodecafónico no tiene fin, usted sigue en la brecha. ¿Un artista lo es para siempre?
Diría que sí.
¿Qué es una página en blanco?
He llenado muchas páginas en blanco. Soy un reconocido dibujante de carteles de películas.
Ana y los lobos, El espíritu de la colmena, El año de las luces, La escopeta nacional, El jardín de las delicias… El cine, en ese sentido, es muy agradecido.
Sí, ha sido muy gratificante, profesional y económicamente. Sigo siendo un potencial autor de carteles, pendiente solamente del encargo, que es la gran incógnita.
«El diseño precisa y sintetiza el mundo. He intentado abandonarlo, sin lograrlo nunca, porque resulta imposible. Siempre es un inicio constante»
Pepe: El último ha sido el del documental El hombre que diseñó en España, dirigido por Andrea Bermejo y Miguel Larraya, que se estrena este viernes en los cines Renoir de Madrid. Ha sido un proceso muy bonito, porque nuestro cartel supone un autohomenaje a mi padre, pues es una versión Ana y los lobos. Nuestro desierto cinematográfico tuvo mucho que ver con la muerte de Elías Querejeta y, tras Los lunes al sol, nos ha caído este encargo.
¿El lápiz ordena el pensamiento o es un mero ejecutor?
Sin duda, es un coordinador de la acción del dibujante.
Lo simple es complicado.
Claro que sí.
¿El diseño simplifica el mundo o lo sintetiza?
Precisa y sintetiza al mismo tiempo. El diseño es una actividad acumulativa. Yo he intentado abandonarlo por una temporada, sin lograrlo nunca, porque resulta imposible. Siempre es un inicio constante.
Muchos artistas tienen que buscarse al comienzo de su carrera un trabajo alimenticio. ¿Cree que una de las salidas ha sido el diseño gráfico o lo considera un arte en sí mismo?
El diseño es un arte en sí mismo.
Pepe: ¡Nunca te lo oí decir!
Es difícil contestar a eso objetivamente, porque en la realidad cotidiana se escogen fragmentos de afirmaciones.
«Las afirmaciones metafóricas son siempre equívocas»
Pepe: Habías dicho que el diseño es un arte si lo hace un artista.
Ésa es la frase hecha ideal.
Un arte práctico con una función determinada. Un arte para los sentidos, aunque a veces indica más una dirección que un sentimiento, véase la señalética, un lenguaje universal. O sea, en ocasiones no puede abstraerse de la utilidad.
Sin duda.
Es autor de los logotipos del PSOE, Correos, Repsol, Comunidad de Madrid, Renfe, Banco Pastor, Endesa o El Mundo… ¿De cuál se siente más orgulloso?
Orgulloso es una palabra… Digamos que siento que he acertado de una manera más plena en unos trabajos que en otros.
¿Y qué logo le gustaría haber hecho?
Muchas me veces me hago esa pregunta y es verdaderamente difícil responder. Este estudio destaca en la abundancia de trabajos acertados a lo largo de nuestra actividad profesional.
«Soy un diseñador de raza. Mi biografía es la biografía de mi obra»
¿Y cuál ha sido el encargo más difícil?
Dentro de la heterogeneidad de nuestros trabajos, el que más recuerdo es el logo de Correos.
A veces los encargos públicos los carga el diablo, como le sucedió con el último rediseño del logo de Correos, porque están más expuestos a la crítica y al escrutinio.
Sí, a la existencia de una información necesariamente abundante. Escribir sobre el diseño es casi tan corriente como diseñar.
Pintó de azul a la Policía Nacional. Atrás quedaron los tiempos grises…
Una idea deliberada. El concepto del uniforme azul fue una de las aportaciones del diseño a la nueva identidad del Cuerpo Nacional de Policía.
Luego su arte abrazó el diafragma y la sinestesia. ¿A qué suenan sus obras?
«Tengo 84 años y sigo trabajando bastantes horas al día, a la noche y a la semana»
Suenan a música. Es el fruto necesario de la decisión de hacer arte con el sonido, como si fueses un instrumentista. Y, de pronto, te encuentras trabajando con un tipo de ideas y patrones cuyo origen es musical y no plástico.
La geometría de las cajas de Fósforos del Pirineo. ¿Es usted un hombre cuadriculado? ¿O más ardiente, intuitivo, pasional, espontáneo…?
Lo segundo, lo segundo.
¿Por qué envejecenv algunos logos? ¿Qué necesitan para que sean perennes?
Pepe, ¿qué te parece a ti?
Pepe: Si tienen calidad, tardan más en envejecer. El ¡guau! —o sea, trabajar a la moda, lo nunca visto, epatar al cliente— es muy nocivo. Si al cabo de poco tiempo no funcionan, son malos trabajos.
El puño del PSOE se ha abierto, pero ¿sigue fresca la rosa?
Sí. Es un caso especial de coherencia. El trabajo de rediseño para renovarlo ha sido envidiable. Es un buen ejemplo de que eso se puede hacer.
«Mi hijo y yo somos muy distintos, pero nos llevamos bien. No obstante, resulta muy difícil llevarse con un hijo haciendo lo mismo. Es un riesgo que corremos con muchísimo gusto.»
Pepe: Pero no es lo habitual… De hecho, el propio PSOE ha pasado en la última década por varias identidades distintas hasta que alguien con buena cabeza ha decidido volver al puño y la rosa. Las de los anteriores concursos fueron efímeras, como la de Socialistas… Ahora están con el corazón, algo que me cuesta entender. Es increíble, porque ahora todos los partidos están trabajando con ese símbolo: el charrán del PP es un corazón, el círculo de Podemos es un corazón y lo mismo pasa con Ciudadanos.
¿Cree que a la política le falta corazón?
No [risas]. Hombre, sí… Pero seguramente porque tampoco hace falta tanto corazón para determinadas actividades políticas, que están más aligeradas.
¿Cuál sería la actual imagen de España?
Es la suma de imágenes que sucesivos equipos de colegas han afrontado.
«Un diseñador aprende a hacer lo que le encargan»
Quiero decir cómo plasmaría usted España. ¿La ve crispada o soleada?
Ya… Un diseñador aprende a hacer lo que le encargan.
¿Aceptaría un encargo de Vox?
Bueno… No… Quiero decir que no tengo una expresión concreta ni un conocimiento de ese partido, imprescindibles para saber si aceptaría un encargo.
Pepe: Creo que lo has explicado de una manera demasiado técnica. Es muy difícil trabajar para un cliente que no entiendes.
«No aceptaría un encargo de Vox porque no entiendo qué es Vox»
La idea consistiría en interpretar su expresión y trabajar para Vox es incompatible conmigo. Yo no he tenido ningún Vox análogo o metafórico, ni siquiera en mi trabajo cotidiano, porque no los he aceptado cuando rara vez han llamado a la puerta del estudio.
Pepe: Puedes entender al PSOE o al PP, pero a Vox no.
También ha diseñado los logos y cabeceras de muchos medios de comunicación. ¿Cómo ve el panorama de la prensa?
Yo he trabajado para muchos periódicos con los que no estaba política o intelectualmente de acuerdo.
Me imagino que la política no le interesa demasiado. O, al menos, la política de dimes y diretes.
Me interesa bastante.
Pepe: De hecho, estamos suscritos a El País y por las tardes nos compramos El Mundo.
¿Ve España más soleada que crispada?
«Ahora mismo estoy en un momento excepcional, porque he vuelto a ser un pintor de domingo»
Yo no estoy dispuesto a trabajar para Vox. Lo ignoro completamente porque jamás me lo he planteado como una pregunta teórica. Por lo que he leído, no aceptaría un hipotético encargo, porque la idea que yo tengo de ese partido no es compatible con que sea objeto de un encargo profesional.
También es el padre de los billetes de la democracia: Clarín, Galdós, Rosalía… ¿Cuenta todavía en pesetas?
No [risas].
¿Qué encargo le gustaría recibir?
Ahora estoy trabajando fundamentalmente como artista plástico y exponiendo en galerías.
¿Le ha gustado cómo ha quedado diseñada su España?
Lo que me ha gustado es que alguien haya tenido una idea tan bonita para titular un documental: El hombre que diseñó España.
¿Se siente cómodo como protagonista?
Me siento orgulloso de haber diseñado su cartel, una reinterpretación de Ana y los lobos, dirigida por Carlos Saura y producida por Elías Querejeta, quien era nuestro cliente.
En vez de hablar de usted como protagonista de la cinta, alude a su trabajo como cartelista. Se muestra humilde, si bien tiene motivos sobrados para presumir.
«El título ‘El hombre que diseñó España’ es ingenioso, justo y merecido. Y lo digo sin cortarme un pelo»
Bueno, cuando llega el momento y el lugar, yo presumo mucho. Ha sido una maravilla trabajar con dos cineastas buenísimos como Andrea y Miguel, quienes han ideado un título tan ingenioso, tan oportuno y, aunque parezca mentira, tan justo. Y lo digo sin cortarme un pelo.
Al final ha sacado pecho…
Yo no pretendo protegerme ni buscar argumentos para justificarme. En realidad, es un título merecido, y reconocerlo no me parece contradictorio. Pero cada cosa a su debido tiempo.